El Inca Garcilaso de la Vega en el mundo de las identidades
DOI:
https://doi.org/10.59159/2015/283Palabras clave:
Inca Garcilaso de la Vega, identidadesResumen
La niñez y parcialmente la juventud del Inca Garcilaso de la Vega (1616-2016), transcurrió entre nobles subordinados y aventureros de poder creciente; hijo del triunfante Capitán, y de la ñusta prima del Inca. Conforme crecía, su forzada españolización negaba el mundo de su madre. Toda una vida muy compleja, siempre acompañada de contrariedades. Fue testigo de la grandeza del Cuzco, a la vez, de su saqueo y destrucción; también conoció a los responsables de la muerte de su tío Atao Wallpa. Las deslealtades entre los castellanos, tal vez, le permitió entender a los intrusos; era notorio el propósito de desindianizarlo, mucho más cuando aprendía a rezar, también el latín que le hacía soñar en ir a Salamanca. Seguramente conforme crecía, llegaban algunas preguntas, elementales de formular, pero complejas de responder: ¿quién soy? ¿Inca? No, no, ¿mestizo? Tal vez, tal vez, ¿español? Imposible, imposible. Entre afirmar y negar, siempre juntas, como entre el Capitán y la ñusta Isabel, aquel “ñuqanchis” y “ñuqayku” sería toda una ecuación cultural sin resolver, aunque nunca renunció heredad alguna. Los conflictos los llevaba a su interior de manera muy consciente, inclusive palpando las distancias de aquel “español” antes de su partida, a indígena, allá lejos. ¿Entonces, el pregonado mestizaje donde quedaba?